Dime
que te duele y te diré porque?
El
cuerpo, como todo en la vida, es un espejo de nuestras ideas y creencias. El
cuerpo está siempre hablándonos; sólo falta que nos molestemos en escucharlo.
Cada
célula de su cuerpo responde a cada una de las cosas que usted piensa y a cada
palabra que dice.
Cuando
un modo de hablar y de pensar se hace continuo, termina expresándose en
comportamientos y posturas corporales, en formas de estar y de mal estar.
La
persona que tiene continuamente un gesto ceñudo no se lo creó teniendo ideas
alegres ni sentimientos de amor.
La
cara y el cuerpo de los ancianos muestran con toda claridad la forma en que han
pensado durante toda una vida.
¿Qué
cara tendrá usted a los ochenta años? El sufrimiento físico nos da una pista
sobre cuál es el dominio de la vida en que nos sentimos culpables.
El
grado de daño físico nos permite saber hasta qué punto era severo el castigo
que necesitábamos, y a cuánto tiempo debíamos estar sentenciados.
·
Los oídos representan la
capacidad de oír. Cuando hay problemas con los oídos, eso suele significar que
a uno le está pasando algo de lo que no se quiere enterar. El dolor de oídos
indica que lo que se oye provoca enfado.
·
Los ojos representan la capacidad de ver, y cuando tenemos problemas
con ellos eso significa, generalmente, que hay algo que no queremos ver, ya sea
en nosotros o en la vida, pasada, presente o futura. ¿No estará usted negando
algo que sucede en su presente? ¿Qué es lo que no quiere enfrentar? ¿Tiene
miedo de contemplar el presente o el futuro? Si pudiera ver con claridad, ¿qué
vería que ahora no ve? ¿Puede ver lo que está haciéndose a sí mismo?. Sería
interesante considerar estas preguntas.
·
Los dolores de cabeza provienen del hecho de desautorizarnos a
nosotros mismos. La próxima vez que le duela la cabeza, deténgase a pensar cómo
y cuándo ha sido injusto con usted mismo. Perdónese, no piense más en el
asunto, y el color de cabeza volverá a disolverse en la nada de donde salió.
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Las
migrañas o jaquecas se las crean las personas que quieren ser perfectas y que
se imponen a sí mismas una presión excesiva. En ellas está en juego una intensa
cólera reprimida. Es interesante señalar que casi siempre una migraña se puede
aliviar masturbándose, si uno lo hace tan pronto como el dolor se inicia. La
descarga sexual disuelve la tensión y, por lo tanto, el dolor. Tal vez a usted
no le apetezca masturbarse en ese momento, pero vale la pena probarlo. No se
pierde nada.
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El cuello y la garganta son
fascinantes porque es mucho lo que pasa en esa zona. El cuello representa la
capacidad de ser flexibles en nuestra manera de pensar, de ver los diversos
aspectos de una cuestión y de aceptar que otras personas tengan puntos de vista
diferentes. Cuando hay problemas con el cuello, generalmente significan que nos
hemos «atrincherado» en nuestro concepto de una situación.
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La garganta representa nuestra
capacidad de defendernos verbalmente, de pedir lo que queremos, de decir yo
soy, etcétera. Cuando tenemos
problemas con ella, eso significa generalmente que no nos sentimos con derecho
a hacer esas cosas. Nos sentimos inadecuados para hacernos valer. El dolor de
garganta es siempre enfado. Si además hay un resfriado, existe también
confusión mental. La laringitis significa generalmente que uno está tan enojado
que no puede hablar. La amigdalitis y los problemas tiroideos no son más que
creatividad frustrada, incapaz de expresarse.
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El corazón representa el amor,
y la sangre el júbilo. El corazón es la bomba que, con amor, hace que el júbilo
circule por nuestras venas. Cuando nos privamos del amor y el júbilo, el
corazón se encoge y se enfría, y como resultado, la circulación se hace
perezosa y vamos camino de la anemia, la angina de pecho y los ataques
cardíacos. Pero el corazón no nos «ataca». Somos nosotros los que nos enredamos
hasta tal punto en los dramas que nos creamos que con frecuencia dejamos de
prestar atención a las pequeñas alegrías que nos rodean. Nos pasamos años
expulsando del corazón todo el júbilo, hasta que, literalmente, el dolor lo
destroza. La gente que sufre ataques cardíacos nunca es gente alegre. Si no se
toma el tiempo de apreciar los placeres de la vida, lo que hace es prepararse
un «ataque al corazón».
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El estómago se lo traga todo,
digiere las ideas y experiencias nuevas que tenemos. ¿Qué (o quién) es lo que
usted no puede tragar? ¿Y lo que le revuelve el estómago? Cuando hay problemas
de estómago, eso significa generalmente que no sabemos cómo asimilar las nuevas
experiencias: tenemos miedo.
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Las úlceras no son más que
miedo, un miedo tremendo de «no servir para». Tenemos miedo de no ser lo que
quieren nuestros padres o de no contentar a nuestro jefe. No podemos tragarnos
tal como somos, y nos desgarramos las entrañas tratando de complacer a los
demás. Por más importante que sea nuestro trabajo, interiormente nuestra
autoestima es bajísima, y constantemente nos acecha el miedo de que «nos
descubran». En este punto, la respuesta es el amor. La gente que se aprueba y
se ama a sí misma jamás tiene úlceras. Sea dulce y bondadoso con el niño que
lleva dentro, y ofrézcale todo el apoyo y estímulo que usted necesitaba cuando
era pequeño.
·
El colon representa nuestra capacidad de
soltar y liberar aquello que ya no necesitamos. Para adaptarse al ritmo
perfecto del fluir de la vida, el cuerpo necesita un equilibrio entre ingesta,
asimilación y eliminación. Y lo único que bloquea la eliminación de lo viejo
son nuestros miedos. Aunque las personas estreñidas no sean realmente
mezquinas, generalmente no confían en que siempre vaya a haber lo suficiente.
Se aferran a relaciones antiguas que las hacen sufrir, no se animan a
deshacerse de prendas que guardan desde hace años en el armario por temor a
necesitarlas algún día, permanecen en un trabajo que las limita o no se
permiten jamás ningún placer porque tienen que ahorrar para cuando vengan días
malos. ¿Acaso revolvemos la basura de anoche para encontrar la comida de hoy?
Aprendamos a confiar en que el proceso de la vida nos traerá siempre lo que
necesitemos.
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En la vida, las piernas son lo
que nos lleva hacia adelante. Los problemas en las piernas suelen indicar un
miedo a avanzar o una renuncia a seguir andando en cierta dirección. Corremos,
nos arrastramos, andamos como pisando huevos, se nos aflojan las rodillas,
somos patituertos o patizambos y nos quedamos patitiesos. Y además, tenemos los
muslos enormes, coléricamente engrosados por la celulitis, llenos de
resentimientos infantiles. Con frecuencia, no querer hacer algo produce algún
problema menor en las piernas. Las venas varicosas significan que nos
mantenemos en un trabajo o en otro lugar que nos enferma. Las venas pierden su
capacidad de transportar alegría. Pregúntese si está marchando en la dirección
en que quiere ir.
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Las rodillas, como el cuello,
se relacionan con la flexibilidad, sólo que ellas hablan de inclinarse y de ser
orgulloso, del yo y de la obstinación. Con frecuencia, cuando avanzamos, nos da
miedo inclinarnos y nos ponemos tiesos. Y eso vuelve rígidas las
articulaciones. Queremos avanzar, pero no cambiar nuestra manera de ser. Por
eso las rodillas tardan tanto en curarse, porque está en juego nuestro yo. El
tobillo también es una articulación, pero si se daña puede curarse con bastante
rapidez. Las rodillas tardan porque en ellas están en juego nuestro orgullo y
nuestra auto-justificación. La próxima vez que tenga algún problema con las
rodillas, pregúntese de qué está justificándose, ante qué está negándose a
inclinarse. Renuncie a su obstinación y aflójese. La vida es fluencia y
movimiento, y para estar cómodos debemos ser flexibles y fluir con ella. Un
sauce se dobla y se mece y ondula con el viento, y está siempre lleno de gracia
y en armonía con la vida.
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Los accidentes son expresiones
de cólera, que indican una acumulación de frustraciones en alguien que no se
siente libre para expresarse o para hacerse valer. Indican también rebelión
contra la autoridad. Nos enfurecemos tanto que queremos golpear a alguien y, en
cambio, los golpeados somos nosotros. Cuando nos enojamos con nosotros mismos,
cuando nos sentimos culpables, cuando tenemos la necesidad de castigarnos, un
accidente es una forma estupenda de conseguirlo. Puede que nos resulte difícil
creerlo, pero los accidentes los provocamos nosotros; no somos víctimas
desvalidas de un capricho del destino. Un accidente nos permite recurrir a
otros para que se compadezcan y nos ayuden al mismo tiempo que curan y atienden
nuestras heridas. Con frecuencia también tenemos que hacer reposo en cama, a
veces durante largo tiempo, y soportar el dolor.
Fuente: Usted puede sanar su vida el libro de Louise Hay